CÓMO AYUDAR A SU HIJO A CONTROLAR LOS EXCESOS EN LAS COMIDAS Y PREVENIR LA OBESIDAD
La alimentación es una de nuestras necesidades básicas, ya que nos provee de energía e interviene en nuestro proceso de desarrollo. El problema surge cuando, en lugar de ser una ayuda para nuestro ritmo de vida, empieza a ser un obstáculo. Es importante que, desde una edad temprana, el niño tome conciencia de que él es un sistema completo y de que, a veces, su cuerpo puede no estar sano porque tenga emociones no resueltas o pensamientos muy negativos para sí mismo. Por supuesto aquí NO estamos hablando de casos de niños con alguna discapacidad o enfermedad grave, sino de problemas relacionados con el peso, los problemas de espalda que se derivan de la postura corporal, etc. ¿Le interesa saber cómo ayudar a su hijo a ser responsable de su cuerpo? Si es así, siga leyendo.
Según un artículo de El País, que data de septiembre del año 2010, la OMS (Organización Mundial de la Salud) sostiene que la obesidad ha alcanzado cotas de pandemia y señala un dato como especialmente preocupante: “uno de cada tres menores de entre 13 y 14 años está por encima de su peso, un dato que ha convertido a este país en el tercero de la OCDE con mayor sobrepeso infantil”. El sobrepeso infantil realmente no es el problema en sí, pues los niños están en edad de crecer y es más fácil que quemen las calorías, el problema está en los hábitos que están adquiriendo, pues si los mantienen y continúan comiendo de manera ansiosa y descontrolada, es muy probable que puedan acabar siendo adultos con problemas de obesidad.
Las personas tenemos una especie de “reguladores internos” que nos indican cuándo tenemos hambre, y también cuando ya estamos saciados. Sin embargo, si por ejemplo nos ponemos a comer sin ser conscientes de que nos encontramos algo ansiosos, es probable que no seamos capaces de percibir cuándo estamos llenos. Hay veces que los niños comen compulsivamente y cantidades demasiado grandes para su edad, ocasiones en las que le echa un plato considerable y ellos quieren que le eche más, a pesar de que es obvio que la cantidad es más que suficiente. En casos como este es bueno negociar, decirle, por ejemplo: “¿Qué te parece si primero te comes este plato y, en caso de que después sigas teniendo hambre, repites? o ¿Qué te parece si, en vez de repetir, luego en la merienda hacemos un bocadillo en vez de leche con galletas?”…, pues si le concedemos un espacio de tiempo es probable que ya no quiera más, que su cuerpo le avise de que ya está cubierta la necesidad de alimento. Muchas veces, tras los atracones, aparece el malestar, que se manifiesta, sobre todo, en dolor de tripa y sensación de pesadez. Si a usted o a su hijo le ocurre, a continuación damos unos truquillos para ponerle remedio:
■ Lo primero es concienciarnos de la importancia de nuestro cuerpo, ya que es nuestro motor, nuestro medio de desplazamiento, por lo tanto, cuanto más lo cuidemos, mejor calidad de vida tendremos. Para ello puede empezar por jugar a dar gracias a cada una de las partes de nuestro cuerpo por lo que hacen por nosotros, por ejemplo: “Doy gracias a mis dientes por que me ayudan a masticar cosas muy ricas”
■ También es fundamental que en casa haya un horario para las comidas, ya que el orden es fundamental para el equilibrio del niño. Para evitar atracones, échele un plato acorde a su edad, no es necesario que coma más de lo que necesita, y no seremos mejores padres si cebamos a nuestros hijos. Y en caso de que quiera más de lo que considera razonable, negocie con él, como en el ejemplo anterior.
■ Fomentar la conciencia de lo que sentimos cuando tenemos hambre y cuando ya estamos llenos. Es decir, pregúntese y pregúntele a su hijo: ¿Cómo notas que empiezas a tener hambre? ¿Y qué vas notando conforme pasa el tiempo? Cuando ya has comido un poco y se te ha quitado el hambre, ¿cómo te sientes? Y si sigues comiendo mucho más, y luego te encuentras demasiado lleno, ¿qué sensación tienes? ¿Notas malestar en alguna parte? Estas preguntas son útiles para casos como el ejemplo anterior: si cuando el niño se ha comido un plato bastante grande sigue queriendo repetir, es bueno que utilicemos preguntas de este tipo para ayudar al niño a ser consciente de que ya no necesita más alimento.
■ Practicar mientras comemos ejercicios de atención plena, para centrarnos solo en el proceso y notar antes cuándo estamos satisfechos. Por ejemplo, puede planteárselo a su hijo como un juego, el juego de masticar al menos 30 veces cada bocado, pues así le darán tiempo al cerebro a darse cuenta de que ya está lleno (tarda alrededor de 20 minutos). Para que sea más divertido al principio pueden intentar ir sincronizados a la hora de comer la siguiente cucharada; quizá al principio le quite tiempo en las comidas, pero a la larga, cuando el hábito ya esté instaurado, ya no necesitarán hacerlo porque lo tendrán mecanizado, y les será muy beneficioso.
■ Ser conscientes del pensamiento, en qué estamos pensando mientras comemos. A veces los atracones vienen porque a lo mejor estamos concentrados en una situación que nos hizo pasar vergüenza, por ansiedad, culpabilidad…Para desvincular esto de la comida son buenos los ejercicios de atención plena: centre la atención en lo que está comiendo, la textura que tiene, el color, la forma, el aroma, el contraste con el resto de alimentos, etc., y ayude a su hijo a hacerlo también, con preguntas como: ¿Qué textura tiene este alimento? ¿El sabor te resulta parecido a algún otro alimento? ¿Te has fijado en el aroma que desprende?…Asimismo es útil que, cuando su hijo esté demasiado ansioso a la hora de comer, le pregunte: ¿en qué estás pensando ahora mismo? ¿Cómo te sientes? ¿Dónde lo notas? ¿Hay algo que te preocupe? … Esto le ayudará a identificar si su hijo está pasando por un mal momento, y ayudarlo antes de comer, evitando así el vínculo entre el problema y la comida.
Si practican estos consejos no solo adquirirán un hábito más saludable a la hora de comer, sino que, además, disfrutarán todavía más de las comidas, ya que su atención estará totalmente centrada en aquello que están degustando.
¡Buen provecho!